jueves, 25 de noviembre de 2010

Estirat al llit sento que els braços se m’enlairen, amb ràbia no els puc atrapar. Els dits se m’estiren, mentre que les ungles creixen per esgarrapar el meu alè. Les cames se’m glacen i salten a terra en un intent per poder sobreviure. Els cabells s’han tornat verds i als braços m’hi surten fulles. La pell se m’estira i se’m torna rígida, es pinta de color marró.

Al cap em torturen els crits, els seus sanglots de pànic. És un xiscle agut, estrident, se’m fixa al cap permanentment. En un atac de nervis, en l’últim moment, per fi aconsegueixo cridar:
- Calla, Dafne! Ara Apol•lo em persegueix a mi!!

Ja s’ha acabat tot, em dono per vençut, sóc un arbre. Crec que he mort. Ho ha fet la meva persona, que s’amaga dins de l’escorça. Però ha nascut una flor. Per fi l’oloro, no sé si m’agrada més el seu tacte, no sé si em sento feliç o trist.

Les llàgrimes em couen per dins i una nova tortura m’atabala: els meus crits, que no callen. Sé que em perforaran el cervell per sempre més.

jueves, 4 de noviembre de 2010

Alicia (Parte III)

Cada pisada que daba se transformaba en color, en algo suave, dulce y adorable para besar. Sus manos acariciaban el viento y entre sus dedos sentía el amor y ternura que removía el pelo al ritmo de sus pasos.

Encontró un árbol y lo acarició. Alicia se sentía muy atraída por los árboles, a veces sentía que ella era uno, que sus brazos producían frutas. Se sentía feliz al ver nacer una nueva vida y se entristecía al verla morir.

Con la mano que acarició la corteza se tocó la mejilla y los labios, que temblaron de placer. Amaba la vida, le encantaba mirar la luz del día, para poder ver su pelo brillar, sin dejar de sonreír.

Entonces tropezó y se cayó por una pendiente. La hierba se agarró a su ropa para que no cayera más, las flores le mordían el pelo y las raíces de los árboles soplaban para que la niña no se hiciera daño.

Se levantó. Se puso bien la ropa (qué mala pata, el vestido sucio de nuevo, su madre no le dejaría salir más, seguro) y se peinó como pudo, pero el viento le ayudó a que estuviera guapa y radiante como siempre.

Miró los árboles, le habían jugado una mala pasada. Le habían hecho una broma, así que empezó a reírse sin poder parar. Entre las lágrimas que envolvían sus ojos le pareció ver a alguien, así que se calmó de golpe.

Escuchó un llanto, unas lágrimas, pero no como las suyas. Era el sonido más desagradable que había oído nunca. Se le erizó la piel y le temblaron las piernas, pero se acerco al sitio de donde venía el ruido.

Había un chico estirado en el suelo con el pecho abierto y cubierto de sangre. Alicia se asustó, pero aún así tuvo el valor de acercarse. No podía dejar de mirarle, su cara, sucia y mojada, llena de dolor y sufrimiento. Su cuerpo encharcado en sangre, qué horror, era como una pesadilla. Apartó la vista y vio algo que le llamó la atención. Se sorprendió y dijo:
- ¡Eh, esa es mi bici!